Acontecido hace un par de días, el deceso de Cristina Pacheco es una oportunidad no solo para hacer una valoración de su obra, sino para repensar el campo en el que se inserta esa aportación, el periodismo. A pesar de colaborar en diversos medios de comunicación -y compañías periodísticas-, el canal donde adquirió mayor relevancia y que le generó el más amplio reconocimiento en la sociedad es la televisión. Así también, es en la pantalla chica donde con una excepcional pulcritud y dedicación pudo desarrollar un género periodístico en el que se consagró como una autoridad incuestionable, la entrevista.
Si bien destacó en la realización de otro tipo de géneros como la crónica, es en la entrevista donde el genio de Pacheco y su legado alcanzan las notas más altas. Todo aquel que quiera dedicarse a esa disciplina tiene en la recién finada un ejemplo inobjetable de aquello a lo que se debe aspirar cuando se elige el camino del, según García Márquez, «mejor oficio del mundo». Su participación en Canal 11 con dos programas, Conversando y Aquí nos tocó vivir, es ya parte de la memoria colectiva del México de los siglos XX y XXI.
La primera de esas emisiones, semanalmente televisada, constó de charlar durante una hora aproximadamente con algún personaje noticia relevante en la vida nacional o internacional, principalmente del ámbito cultural. Esta producción permitía conocer en detalle las ideas e inquietudes de músicos, actores, escritores, arquitectos y demás personalidades que daban forma al panorama nacional más allá de la política tradicionalmente entendida.
En contraparte, Aquí nos tocó vivir se centró en mostrar a «la gente común», aquellas personas que si no fuese por el micrófono de Pacheco jamás habría tenido acceso a los medios de comunicación de masas para emitir un mensaje. Este programa mostró lo que alguna vez llegó a mencionar, palabras más palabras menos, el empresario del mundo del modelaje John Casablancas: «todo mundo tiene una historia interesante, solo hay que saber contarla».
Cristina Pacheco, a partir de un genuino interés y una minuciosa selección de preguntas, supo hacer del «cualquiera» alguien único y entretenido de conocer. Logró convincentemente hacer del «irrelevante» un personaje noticia. A esto debemos agregar que la técnica, propiamente dicha, le brindó un carácter amable a sus charlas ya sea con relevantes personalidades o con personas del común. En una época donde los medios de comunicación hacen de la estridencia, la falta de educación, el morbo y la fantochería el pan de cada día en las entrevistas, es deseable reivindicar a quien hizo de la educación y el trato digno una forma de llevar una charla periodística.
En el mundo del periodismo, ávido de rating y likes, es entrañable el ejercicio de quien hizo de la inteligencia y la cordura su sello distintivo. He utilizado las entrevistas de Cristina Pacheco como ejemplo para mis alumnos de licenciatura sobre algo a lo que es deseable poder aspirar. Hacer del periodismo una herramienta intelectual noble, alejada de lugares comunes así como de la deontología economicista preponderante en los medios corporativos, es la mejor forma de demostrar que se aprendió correctamente de una maestra en esta materia. Tu obra, Cristina, es eterna; lástima que tú no seas inmortal para seguir ilustrándonos con el arte de la conversación y la apertura al genuino conocimiento del otro.
