Sábado, 6AM. Acabo de aterrizar en São Paulo, tras una hora entre las congestionadas zonas de migración y de reclamo de equipaje del Aeropuerto Internacional André Franco Montoro, mejor conocido como Guarulhos. Atravieso el bullicioso duty free que parece departamento de perfumería de Liverpool o Palacio de Hierro a las 7 de la noche una semana antes de Navidad, lo primero que mis ojos ven una vez salgo al área de llegadas internacionales es una cartulina blanca que con letras negras y coloridas decoraciones tiene escritas dos frases: “Bem-vinda Mariana” y “Vai Corinthians!”.

No tengo ni 10 segundos fuera de la zona estéril cuando ya he encontrado la primera referencia al futbol, eso sin contar que la línea aérea más grande de este país lleva por nombre una palabra inequívocamente relacionada al deporte rey: Gol. Desconozco cuál es el origen del que procede la Mariana mencionada en dicha cartulina o cuáles son su edad o apariencia física, sin embargo algo me queda claro, es torcedora del Corinthians, el equipo más popular de São Paulo y el segundo de Brasil después del Flamengo.

Es 10 de junio, el Timão, sobrenombre con el que se conoce al equipo albinegro, juega precisamente hoy contra Cuiabá en la Arena Neo Química, estadio ubicado en la zona este de la ciudad y donde se disputó el primer juego del mundial del 2014. No obstante, el día de hoy otro partido acapara la atención en el mundo, se enfrentan Manchester City e Inter de Milán por la final de la Liga de Campeones de la UEFA, aunque para ambos choques faltan varias horas aún.

Una de las razones que justifican mi presencia en la ciudad más grande de Brasil, de Sudamérica y del hemisferio sur es una pasión incomprensible: el futbol. Me gustan las ciudades grandes, me gustan las ciudades cosmopolitas, me gustan las ciudades con amplia oferta cultural y me gusta ese deporte, entonces estoy en el lugar indicado.

Espero unas horas en el aeropuerto, tras cambiar mis dólares por reales y desayunar una rebanada de panqué de zanahoria y un jugo de naranja, abordo el transporte que me llevará a Praça da República, zona de la ciudad donde me hospedaré los siguientes 10 días. Una hora con 10 minutos después de viaje en van y posterior al check-in ya estoy instalado en la habitación 308 del hotel, me dispongo a dormir porque en el vuelo de entre seis y siete horas de duración que me trajo desde Panamá no lo hice de forma muy cómoda.

Mi idea original para este día era conocer el Parque de Ibirapuera, al sur de la ciudad, sin embargo la actividad fue cancelada desde el día anterior por falta de cuórum en el tour, entonces surgió un nuevo plan. Rafael, un paulistano (gentilicio para los originarios de esta ciudad) y são-paulino (hincha del São Paulo) al que conocí por Couchsurfing, me había invitado a un bar para ver la final de la Champions. Dado que el juego comenzaría a las 16:00 (tiempo de SP) nos citamos para las 13:30 afuera de la estación Trianon-MASP del metro.

Despierto tras un par de horas de reparador y necesario sueño, tomo un baño. Mientras me visto, pongo la televisión en un noticiario, hay notas de varios temas, me llaman la atención tres de ellas, una es sobre el día de los enamorados (que en Brasil se conmemora el 12 de junio), otra es sobre un niño brasileño al que sus padres bautizaron como Lionel Messi da Silva y una más trata del clásico de mañana entre Sao Paulo y Palmeiras.

Me dirijo al punto de encuentro; camino desde el hotel a la estación República de la línea 4, allí embarco con dirección a Vila Sônia tras pagar los R$ 4.40 del bilhete, hago la transferencia o transbordo a la línea 2 en Paulista y una estación después en dirección a Vila Prudente llego a Trianon-MASP .

Llego antes que Rafael, entonces camino sin rumbo sobre la Avenida Paulista y encuentro a un vendedor de libros sobre la banqueta, tiene ejemplares nuevos y usados. Entre sus textos veo varios de Paulo Freire, del humorista Jô Soares y otros tantos del máximo referente de la literatura de Sanborns o Vips, me refiero a Paulo Coelho. Aquí hago mi cuarta compra del viaje recordando que la primera fue el panqué de zanahoria con el jugo, la segunda el transporte al hotel y la tercera el bilhete del metro, es un libro llamado Família Joga Bola. Escrito por Enrico Spaggiari, este es un análisis social sobre el futbol de várzea, lo que en México conocemos como llanero o del llano.

Después de platicar unos minutos con el vendedor de libros -quien halagó mi portugués-, regreso al punto de encuentro, frente al edificio sede de la Federação das Indústrias do Estado de São Paulo. Mientras espero a Rafa veo a varios transeúntes con camisetas del Manchester City y a ninguno con la del Inter, esperaba que fuera al revés dado que esta ciudad, tal como el sur y sureste de Brasil, tiene una gran influencia demográfica italiana a causa de la migración de finales del s. XIX y principios del XX.

Rafa llegó, ataviado con camiseta del Barcelona, damos un recorrido por la Avenida Paulista hasta el cruce con la Rua Augusta donde dimos vuelta. A pesar de yo hablar algo de portugués y el un poco de español nos comunicamos en inglés y discutimos sobre diversas cosas, entre ellas uno de los motivos de este viaje, el futbol. Hoy él apoya al Man. City, yo al Inter. Le pregunto por qué si hay tantos italodescendientes en Sampa, la mayoría que vemos en la calle va con el equipo inglés y no con el tano, me responde que al brasileño le gusta el buen futbol y apoya al equipo que lo practique.

Caminamos por Bela Vista, nombre de este barrio con aires a las colonias Juárez o Nápoles hasta que llegamos a nuestro lugar de destino, The Blue Pub en la esquina de las calles Alameda Campinas y Alameda Ribeirão Preto. A las afueras hay alrededor de 15 personas haciendo fila esperando entrar, entre ellas una muchacha con camiseta del Fluminense, el que fuera mi equipo favorito en Brasil. Podemos ingresar cuando el partido lleva pocos minutos de empezado, no sin antes registrarnos para la comanda en una especie de vestíbulo donde también se encuentra la caja y el guardarropa.

El pub se encuentra lleno, la gran mayoría de los presentes aquí portan camisetas del Manchester City, casi todos se encuentran parados, parece que quitaron las mesas para hacer más espacio, incluso en las escaleras que llevan al nivel superior hay gente de pie viendo fijamente a la muy grande pantalla que transmite el juego. Los presentes están muy atentos al partido, casi obsesivamente. Hacen expresiones de emoción con cada jugada, Rafa y yo pedimos un chopp (cerveza de barril) de Heineken para cada uno al tiempo que me doy cuenta que soy probablemente el único aquí que quiere que el Inter gane.

Los ojos de todos escrutan sin misericordia la televisión, cada barrida de un defensor citizen es celebrada, en cambio si es neroazurra se lamenta. Cada aproximación skyblue entusiasma, en cambio cada una interista pone tensos a todos. Voy en contraflujo, por Dios, quiero que gane el Inter. Al pitar el árbitro el final del primer tiempo los presentes aplauden y todo se relaja un poco. Ya con un poco más de calma noto que al fondo del pub hay una bandera con el emblema del Manchester City y la leyenda “Official Supporters Club”, eso lo explica todo, este es el sitio donde los aficionados al equipo azul de Manchester en São Paulo se reúnen a ver los juegos.

En Ciudad de México el Official Supporters Club de City se reúne en el Duke of Lisbon, un pub de la calle Lisboa, cerca de la antigua glorieta de Colón y dicho sea de paso uno de mis lugares favoritos de CDMX para tomar algo; ahora conozco su versión paulistana. Es el medio tiempo y un sujeto con guitarra en mano se sube a un escenario debajo de la enorme pantalla para cantar, junto a otros dos, Wonderwall de Oasis. Algunos presentes se la saben y la corean, otros no tanto pero cantan igual. Yo soy muy fan de la banda mancuniana así que también canto, aunque quiero que el equipo de los hermanos Gallagher pierda hoy.

Algunos aficionados aquí le pusieron a su camiseta nombre y número del Kun Agüero, otros los de Kevin De Bruyne, pero lo que me llama la atención es casi todos traen las indumentarias de varias temporadas atrás, esto se puede ver en la marca ya que muchos, me atrevería a decir la mayoría, usan las fabricadas por Nike y uno hasta trae una Kappa de 1998, cuando este equipo vivía a la eterna sombra y humillación de su rival local, el Manchester United.

Me fijo en ese detalle porque en el Supporters Club de CDMX todos los presentes suelen ir con las camisetas Puma de las últimas temporadas, la época más gloriosa del club. Nadie usa nunca una de la etapa pre-Guardiola y mucho menos algún ejemplar de los años en que este equipo era tan intrascendente como el Crystal Palace. ¿Acaso los fans del City en México son glory hunters? No lo sé, quizás es demasiado prejuicio de mi parte. Solo sé que si en este momento tuviera conmigo aquella camiseta citizen fabricada por Reebok de la temporada 2005-06 que alguna vez compré, llamaría la atención sin duda.

Pido una caipirinha, la primera desde que aterricé en Guarulhos, para sobrellevar el segundo tiempo. Vamos Inter, no quiero que un club financiado mayoritariamente por Abu Dhabi sea campeón, no quiero que un equipo que alcanzó la gloria a base de billetazos y no orgánicamente sea considerado el mejor del mundo.

El segundo tiempo es más tenso que el primero y la caipirinha me marea un poco, me la termino y sigo atento al juego, como todos los presentes. Cada disparo, pase o centro que está cerca de su objetivo tiene repercusiones en el pub, todo el lugar emana una especie de grito contenido al unísono… ¡UUUHHH! Yo había escuchado este sonido en la televisión cuando veía la Copa Libertadores, pero nunca me había tocado en vivo… me encanta carajo. Los brasileños sienten en verdad este deporte de manera diferente.

Para desahogar la tensión le comento a Rafa que entre los guardametas brasileños prefiero a Allison, portero del Liverpool, por encima de Ederson, del Man. City y que el mejor portero brasileño que vi en mi vida es Claudio Taffarel. Un sujeto calvo de lentes adelante mío me escucha, voltea y aprueba mi comentario, me dice que el es torcedor del Galo (Atlético Mineiro) y que Taffa jugó muy bien cuando vistió esos colores. Añade que para él, Weverton, portero del Palmeiras, es el mejor arquero brasileño actualmente por encima de los que juegan en Europa.

Al minuto 68 Rodri coge un rechace desde el límite del área y manda el balón a las redes… el lugar estalla, la gente se abraza. 1-0 a favor del Manchester City… se acabó, pienso. El rapado aficionado del Mineiro y yo elogiamos el gol y hacemos un comentario al unísono, Rodri solo metió dos goles en este torneo y ambos fueron golazos, uno al Bayern de Múnich y este. Ordeno a la mesera una Paulaner para acompañar lo que resta del partido sabiendo de antemano que este arroz ya se coció. A pesar de que el Inter estuvo muy cerca de empatar hasta en 3 ocasiones, el equipo inglés resiste y se corona campeón de Europa.

El árbitro silba el final del partido, el pub se vuelve loco: hay gritos, brincos, más abrazos y el rugir del cántico de “CAMPEONES, CAMPEONES, OLÉ, OLÉ, OLÉ” en un perfecto español. Con la mirada busco a la muchacha con camiseta del Flu y no la encuentro por ningún lado, me gustaría hablar con ella. Si se ponen así los brasileños por un equipo inglés que hasta hace 13 años era un don nadie ¿Cómo se pondrán por sus clubes locales de toda la vida o por su selección?