La polémica desatada por el estreno de Nuevo Orden, del cineasta mexicano Michel Franco, tiene como origen además de la propia narrativa de la película, el trailer de la misma así como las entrevistas en las que el propio director ha participado en el proceso de promoción de la cinta. Ni las declaraciones de Franco ni el propio trailer le hacen un favor al filme que tiene más matices que la vitoreada en redes sociales «guerra de ricos vs pobres».

 La primera parte del largometraje gira entorno a la boda civil de Marian Novello (Naian González) y su prometido Alan (Darío Yazbek), acontecida en la casa de la novia ubicada en el exclusivo barrio del Pedregal, al sur de la Ciudad de México. Ambos pertenecen a esa clase alta mexicana acaparadora del Poder Económico y que tiene fuertes vínculos con el Poder Político, situación no ajena a la realidad nacional y que los personajes manifiestan al utilizar el casamiento como ocasión para entablar negocios.

 La fiesta se desenvuelve en tensa calma debido a los retrasos con los que algunos invitados arriban y esto tiene una causa: la ciudad se encuentra envuelta en protestas violentas en contra de un sistema que impide la mejora en condiciones de vida de la mayoría de la población. La concurrencia deja de manifiesto que para ellos las muestras de inconformidad social no son más que un impedimento para poder realizar su vida sin contratiempos.

 El desinterés por la situación de los sujetos más desfavorecidos se vuelve más notoria con el arribo al casamiento de Rolando (Eligio Meléndez), ex empleado de la familia Novello y quien requiere con urgencia de dinero para poder costear una operación de corazón que requiere su esposa y quien también trabajó para los mismos patrones. Los anfitriones le apoyan otorgándole una parte de los costos de la intervención quirúrgica, no obstante no son suficientes para cubrir la totalidad de lo necesitado.

 La familia empieza a sentir incómoda la presencia de Rolando al grado de amenazarlo con echarlo del lugar. Marian es la única que empatiza con la situación y en medio de su propia boda acude al llamado de ayuda. El desdén por la vivencia desesperada de un hombre sin recursos por parte de los individuos con Poder Económico contrasta con la puntual atención que estos si le prestan a temas mucho más mundanos como son el consumo de drogas o nuevos negocios al amparo del Poder Político.

 Las manifestaciones de la calle alcanzan revientan la burbuja elitista de la residencia Novello cuando un grupo de disidentes en complicidad con los trabajadores de la familia ingresan al lugar y despojan de sus pertenencias a los invitados al tiempo que golpean a unos y matan a otros.

 

 La segunda parte del filme se centra en las consecuencias que trae consigo la revuelta. El Estado ha dispuesto de las fuerzas armadas para vigilar exhaustivamente las calles con el fin de controlar a la población. La situación de anarquía es reemplazada por una de terror, la del control militar de la vida civil. No obstante, dentro del aparente orden de las milicias, se desenvuelve otro nivel de caos, el de los crímenes cometidos por los propios soldados quienes secuestran, torturan, violan y matan.

 Esta etapa de la película está centrada en el andar de Cristian (Fernando Cuatle), otro empleado de los Novello, y Marian, quien milagrosamente evadió la invasión a su boda, no obstante será víctima de la corrupción y crímenes del estado militar que hipotéticamente se instauró para defender los privilegios de su clase social y el status quo.

 El trailer muestra en pantalla la frase «Una ficción necesaria sobre una realidad muy cercana», por lo que resulta pertinente detallar cuáles son esos grados de realidad cercanos a la ficción expuesta por Franco y cuáles se alejan de la misma.

 Donde el filme puede fallar como cercano a la realidad es al pintar a los oprimidos como sujetos con hambre de revancha irracional ante las injusticias de toda una vida. Fuera de las salas de cine, los desfavorecidos no están esperando el momento de despojar a los acaudalados, sino que están más cercanos al terreno de los anhelos.

 El anhelo de no ser asaltado en el transporte público de camino a casa, el de no tener que perder de cuatro a seis horas diarias en un camión para llegar a tu sitio de empleo, el de recibir un sueldo que ayude a mejorar las condiciones de vida, el de contar con los servicios básicos como electricidad o agua potable de forma medianamente digna de un país que se dice la 13° economía a nivel mundial, el de no tener que salir a la calle con miedo a ser acosada sexualmente, el de tener una burocracia empática con los problemas de cada uno, entre otros tantos.

 Sin embargo, Nuevo Orden si exhibe razgos muy presentes en el andar diario de esta nación en general y de CDMX en particular. El primero de ellos es el desprecio, la ignorancia y la antipatía que sienten las clases sociales más privilegiadas por aquellas desfavorecidas. Otro es el de los riesgos de la militarización de la vida pública como respuesta a las situaciones límite, más aún en un contexto donde se investiga a ex altos mandos del ejército y la policía por nexos con las organizaciones criminales.

 El más preocupante de los matices de esta realidad ficcionada lo vemos en los personajes de Rolando, Cristian y su madre, quienes son arrastrados por una corriente de la que no pueden escapar al carecer de un estado garante de sus derechos fundamentales y terminan siendo un chivo expiatorio más. Al final, voluntaria o involuntariamente Michel Franco revela con acierto que, después de todo y con absoluta tristeza, en el México de la vida real los jodidos siempre pagan (pagamos) los platos rotos.