Hace un par de semanas que vivimos el equinoccio de otoño (en el hemisferio norte) y más allá de sus implicaciones astronómicas significa para mí ingresar en una época del año donde hago cosas que desde la llegada de la primavera dejo de lado. Algunos aspectos de mi vida los determino en función de la fecha en el calendario que esté marcada, y esto más que improvisarlo lo extrapolé desde la industria de la moda. Esta suele dividir sus producciones en dos temporadas preponderantes de acuerdo con las estaciones del año: Primavera-Verano y Otoño-Invierno.

Desconozco el por qué hicieron esa segmentación pero intuyo que fue así porque las prendas responden a ciertas necesidades como proteger el cuerpo humano del clima además de comunicar algo, a su vez en un sentido más panteísta pudiera establecerse que al hacerlo de esa manera terminamos mimetizándonos con un entorno del cuál somos parte.

Hace una década descargué desde la tienda de iTunes un álbum recopilatorio de música house del sello discográfico HedKandi titulado A Taste of Kandi Winter 2010. Al escucharlo empecé a notar que de alguna manera el ambiente festivo de esa música concordaba con lo que veía en mi vida los primeros días de aquel año, sin embargo no le di tanta importancia. Tres años después durante una etapa de incertezas existenciales intenté darle orden a mi vida de acuerdo con la música que escuchaba y decidí que al ser la música mi refugio más grande a partir de ahí haría un esfuerzo por corregir el caos de mis días.

Empecé por seccionar mi colección de música como si de un guardarropa se tratara y la distribuí de tal manera que solo escucharía aquello que con el ambiente estuviera en armonía. Y así fue que me dio por determinar que el reggae, el jazz y el trance son más propios de la primavera y el verano en comparación con el ska, el house, el blues y la bossa-nova. Así fue como establecí que Frank Sinatra, Billy Paul, Seal, Vicentico, Buena Vista Social Club y Chic pertenecen a la etapa de septiembre a marzo y que Bob Marley, Gorillaz, Blur, R.E.M. o Nicola Di Bari resultan más agradables al oído de marzo a septiembre.

Si tengo ganas de escuchar a U2 y es noviembre sé que cualquier disco desde los inicios de su trayectoria hasta The Joshua Tree será una buena elección, en cambio si estamos en abril cualquiera desde el Achtung Baby hasta All that You Leave Behind sonará perfecto. Lo mismo los Rolling Stones, Bridges to Babylon y Their Satanic Majesties Request para ciertos días; Let it Bleed, Goat’s Head Soup y Some Girls para otros.

Previo a hacer esta disección había ocasiones en las que no sabía qué carajo escuchar estando en casa o qué poner en la rocola de algún bar, entonces me percate que al tener una referencia de acuerdo con los dictados de la naturaleza me era más sencillo y placentero hacer algo tan elemental como escuchar música. Entonces llevé este método a otras áreas de mi vida y no espero que alguien comparta o siquiera lo comprenda este régimen autoimpuesto. Mi existencia y andar por el mundo necesitaba cierto orden y este es el que más ha encajado en mi vida.

Gradualmente comencé a extender este modus vivendi a aspectos en principio demasiado mundanos pero que terminan por tener un significado para mí. Hallé una manera de implantar cierto orden en un mundo donde debido al caos suele ser difícil a veces tener una superficie dónde sujetarte cuando todo parece dar vueltas. Si me invitaban a salir de fiesta en primavera o verano bebía cervezas Pale Ale o Lager, Ron o Vodka. Si no había de esto entonces era preferible no beber, en otoño inverno me decantaba por las Stout, Porter y Bock; Whisky o Gin.

Mi clóset está acomodado de acuerdo a las temporadas del mundo de la moda y sin ser Miranda Priestley, el personaje interpretado por Meryl Streep en The Devil Wears Prada, para mí ha resultado una enorme ayuda porque no pierdo tiempo en saber qué ponerme encima, solo saber el día del año y el lugar al cuál me dirijo me da la respuesta. Lo mismo cualquier perfume, aprendí a tener uno que no desentone con la fecha ni el lugar o el acontecimiento en el que esté presente.

La música que escucho, la ropa que visto, las bebidas que ingiero, el color de tinta con el que escribo, las pumas fuente que empleo, el perfume que uso, el aroma de incienso que enciendo, los ingredientes de la pizza, la fruta del jugo que ordeno en la recaudería o compro en el mercado o el supermercado y hasta los tipos de curso a los que me inscribo están determinados por qué día del calendario es.

Sé que soy una persona rara y que todo esto se puede leer muy extravagante y al mismo tiempo rígido, pero soy alguien desordenado que se ha vuelto más funcional en la vida cuando se autoimpuso ciertas pautas que le ayudan a encaminar su existencia, aún en los aspectos más simples y aparentemente intrascendentes.