Imaginemos por un momento que somos piezas de un rompecabezas (puzzle para los no mexicanos), es obvio que podríamos encajar en diversas partes del universo que es ese tablero, sin embargo solo es uno el espacio en el que realmente nos mostramos en toda nuestra potencia. Las personas en el mundo tenemos un lugar en el cuál somos más que en cualquier otro sitio, el basquetbolista lo hace en la duela, el pintor en el estudio, el nadador en el agua.
Hace casi tres meses, bajo recomendación familiar, puse el óleo de una cebra como cabecera. Mientras mi hermano y yo lo colocábamos en el sitio destinado, vislumbraba las paredes que desde hace unos años he querido pintar y no me he atrevido a hacer (de nuevo). Actualmente son de color rojo indio y he querido cambiarlas a bastones grises verticales de distintas tonalidades a la manera de la portada del álbum 1996 de Ryuichi Sakamoto.
Mientras hacía esto me detuve a pensar que el lugar en el rompecabezas donde mejor me desenvuelvo es aquí, donde mejor me encuentro y donde puedo ser feliz al tener inmensidad de cosas que me inyectan alegría al cuerpo. Las recámaras son recintos sagrados para uno mismo, son el lugar donde más auténticos podemos ser, donde nuestros sueños y pesadillas se presentan a nuestra mente, donde idealizamos el mundo y meditamos nuestros días siguientes. Es el sitio donde más se hace presente el subconsciente y los secretos se almacenan.
Para mí ha sido más que un simple dormitorio, ha fungido además como estudio, oficina, biblioteca, salón de clases, sala de cine, bar, discoteca, palco en un estadio de futbol, sala de ensayos, arena para conciertos, cabina de DJ, lugar de retiro espiritual, locación de algún rave, fumadero, hotel, museo, taller de manualidades, estudio fotográfico y hasta banco.
Es donde he reído y llorado, gritado y callado, aquí puedo maldecir a gusto durante los partidos del Cruz Azul y además tengo el privilegio de ser el dueño absoluto de la música que se escucha. Las paredes pueden ser teñidas del color que a mí se me antoje y el aroma a incienso indio puede envolver la atmósfera si así lo dispongo.
Sitios hay muchos, lugares en el mundo donde podamos sentir que pertenecemos, pocos. Nunca antes me había enfocado en meditar detenidamente en mi habitación hasta ahora, en la que he requerido pasar más tiempo que de costumbre, y eso que estoy habituado a estar encerrado y solo (y cómo lo disfruto).
Cuarto, recámara, alcoba, aposento o pieza son solo algunos de los términos para referirnos a ese espacio donde tradicionalmente hay una cama y un lugar para almacenar ropa y otros enseres individuales. Aquí además es donde con más frecuencia podemos ya sea soñar o desilusionarnos, reír o llorar, ser o dejar de hacerlo.
Mi meditación sobre este emplazamiento comenzó hace semanas, el confinamiento así lo dispuso y para nada es queja. El hecho que el aislamiento físico se volviera obligatorio para la mayoría de la población mundial me ha llevado a valorar más las cuatro paredes que albergan tantos aspectos de mi vida.
Cuando nací, mi familia (es decir mis padres) vivía en la Colonia Del Valle, frente a la agencia funeraria Gayosso, sobre la avenida Félix Cuevas. Un año después decidieron mudarse al norte a la entonces llamada Colonia Ampliación Clavería. Al parecer el barrio de José José resultó ser una decisión sabia porque no solo terminé amando a esta parte de la ciudad, sino que la casa que llegamos a habitar ha sido una bendición.
Originalmente esta habitación fue la de mis padres cuando nos mudamos aquí, tras su separación pasó a ser la de mi madre y después de ampliaciones, remodelaciones y mudanzas hoy es mía. El 30 de diciembre de 2007 me pasé para acá, al espacio que me ha acogido desde entonces.
Originalmente la escogí por estar más cerca de la cocina a pesar de que el armario es más pequeño en comparación con los de las habitaciones que están arriba, sin embargo la siento más acogedora que las demás.
Es el lugar donde me puedo sentir en mayor libertad de leer, ver películas o escribir acompañado de una pinta de Stormtrooper Pale Ale o Lagunitas IPA. Es aquí donde pocas personas han entrado y si lo han hecho es porque considero hay algo especial en ellas.
He tenido la dicha de que a lo largo de los años en este espacio he compartido cosas sencillas con mis más grandes amigos y que sin embargo se transformaron en momentos inolvidables. Se también con absoluta certeza que no siempre será mi dormitorio porque en cuanto un arquitecto diseñe la expansión de esta planta mi dormitorio se irá a otro lado, no obstante aquí seguirá siendo mi sitio mi lugar en el rompecabezas.
Gracias por todo lo que me has permitido vivir aquí, querida. No tengo manera de agradecerte por lo que en tus cuatro paredes, clóset y ventana gigante me has permitido ser, sentir y aprender. Al momento de llegar a este párrafo empieza a sonar en el estéreo Home de Above & Beyond, bendita coincidencia.


