La medicina

La primera ceremonia de Ayahuasca a la que me invitaron fue el 23 de febrero de 2019, no asistí pero recuerdo aquel día. Ese sábado tuve clases de posgrado y al salir de fui a Mixup a comprar películas y discos de música cubana; sí, soy de esos que todavía consume música y cine en formato físico y me encanta. Llegué a casa y dormí un rato, ya por la tarde-noche vi algunas películas entre ellas Flashdance. Al momento de verla intercambiaba por WhatsApp mensajes con la persona que año y medio después me provocaría ese dolor de estómago que «el viaje» curó.

Quién pensaría que un ritual de esta naturaleza resultó ser la medicina que necesitaba tomar para  rehacer mis entrañas, pero sobretodo para encontrarme a mí mismo. Mi madre, sus amigas, mis tíos y primos ya lo habían experimentado, entonces solo faltaba atreverme a hacerlo.

Toda la semana previa al pasado 1 de agosto llevé una dieta de desintoxicación y el sábado, día de la ceremonia, tuve que ayunar desde las 11 AM. Hice varias cosas ese día y conforme se acercaba la hora me iba preparando. Mientras lo hacía escuchaba canciones de Nicola di Bari y Giuliano Palma que me reconfortaban en alguna medida. La hora a la que me citaron fue a las 9:00 PM y me pidieron ir vestido de blanco así como llevar una veladora, flores, semillas y frutas para colocar en una ofrenda y comer por la mañana.

Veinte minutos antes de la cita mi primo arribó a mi casa, él también asistiría y después de empacar todo lo que necesitaba nos dispusimos a salir. Pedimos un Uber que en cinco minutos nos llevó a nuestro destino. El chofer se nos quedó viendo con mucha inquietud porque además de ir vestidos de blanco mi familiar llevaba una katana. El conductor ha de haber pensado, por la hora, indumentaria y la espada japonesa, que éramos santeros o algo por el estilo.

Al llegar a la casa donde se llevaría a cabo la ceremonia noté que había perfecto espacio para mantener la sana distancia y circulaba el aire lo suficiente. Unos minutos después apareció Andrés, el chamán, y tras darnos una breve explicación y algunos consejos. Los diez participantes formamos junto con él un círculo y recitamos una oración en voz alta e hicimos respiraciones profundas. Nos colocamos en nuestros respectivos lugares al terminar.

Fuimos llamados uno por uno hacia una especie de altar donde estaba la Ayahuasca y Andrés nos dió a beber la cantidad por él establecida. En mi caso fue una sola dosis y la porción era similar a la de un caballito de tequila, la textura me recordaba a la sangrita con la que se acompaña ese destilado y el sabor era algo terroso pero no desagradable. Como ingerir grava roja o un ladrillo.

Me encontraba sentado, recargado sobre la pared y protegido del piso por una almohada, una colchoneta, un tapete de yoga y una bolsa de dormir. Además me llevé una cobija, la misma que cubre mi cama en casa. Veía cómo los demás se acostaban en sus espacios mientras yo seguía sentado pensando en qué sería lo que iba a ver o sentir una vez entrado en el trance. No sentía nada, entonces me acosté. Sentí que pasaron entre treinta y cuarenta minutos desde la ingesta de la Ayahuasca cuando cerré los ojos y comencé a escuchar la música, entonces nada fue igual.

Al momento en que mis párpados cubrieron mis pupilas las notas de la música entraban en contacto con mi cerebro y estando ahí, acostado con los ojos cerrados, empecé a ver figuras geométricas y colores como si hubiera entrado en otra dimensión. Simetría perfecta y toda la gama cromática se me hizo presente.

En ese momento no pude hacer otra cosa que sonreír, y justo eso era lo que necesitaba después de pasar una semana horrible que ya había estado además antecedida por días de mierda. Dicen que la abuela Ayahuasca, como también se le conoce, te enseña lo que necesitas saber y yo en ese momento requería sonreír y ser feliz. Era tal mi regocijo que tuve que cubrir mi rostro con una chamarra que llevaba y taparme la boca con la mano porque en cualquier momento iba a soltar una carcajada e interrumpiría el trance de todos los demás.

La música fue mutando y la letra de la nueva canción invitaba a sanar. Entonces mis manos contra mi voluntad se movían de tal manera que hacían el ademán de limpiar mi cuerpo, como si me estuviera quitando algo de encima, todo a las órdenes de la melodía. Al mismo tiempo, de mis ojos cerrados pero felices caían lágrimas que también  involuntariamente mis dedos iban limpiando de mi rostro. Empecé a sentir como si me estuviera desintoxicando.

A medida que la música transcurría yo veía cosas distintas y mi cuerpo experimentaba diversas sensaciones. Cada que la melodía cambiaba mi “alucinación” también lo hacía y me mostraba diversas cosas. Geometría multicolor continuó apareciendo, hasta que en determinado momento empecé a visualizar una especie de selva y me percaté que me volví un dinosaurio parecido a esos salidos de las películas de Pie Pequeño.

Con los ojos cerrados empecé a tocar con mi mano izquierda la derecha y pude sentir que no era mano humana, sino que su forma me recordaba la pata de un Triceratops o algún dinosaurio herbívoro y cuadrúpedo. Me encontraba quizás en el Jurásico o en el Cretácico y veía la magnificencia de la vida más remota en el tiempo.

Al avanzar la experiencia psicodélica mi mente visualizaba más cosas mientras que mi cuerpo se movía con autonomía de cualquier juicio mío, al ritmo de la música que tenía un marcado aire indígena sudamericano. En un momento volví a tener una visión concretamente temática, era yo una especie de combatiente prehispánico en tiempos de la Conquista sin embargo en un instante cambié a ser un conquistador o soldado del ejército de Hernan Cortés.

Cabe señalar que durante todo el “viaje” estuve consiente y tenía noción de ser yo mismo, sin embargo mis sentidos me permitían experimentar una realidad que antes no había conocido.  Asimismo, el trance me llevó a revivir días de mi pasado, remoto y próximo, en los que había sido feliz y sin embargo no me había percatado de ello, entonces, estando ahí volviendo a vivir la felicidad de antaño pude apreciar de nueva cuenta a la gente que me quiere.

Mientras pasaban por mi mente aquellos días maravillosos que creí haber olvidado me dije a mí mismo ¿Por qué estar triste por alguien que no me quiere cuando puedo estar feliz por tener a gente que sí lo hace? Y en ese momento recuperé el ánimo que había perdido a causa del rechazo de una semana antes.

Percatándome de ello, la Ayahuasca me dio la oportunidad tener un diálogo conmigo mismo que necesitaba desde hace tiempo y se centró en un tema en particular ¿Qué es lo que quieres en la vida? ¿Qué quieres conseguir? Y es que muchas veces ese ha sido mi problema, parafraseando al Divo de Linares, ni yo mismo muchas veces sé que quiero.

Entonces, estando ahí solo con mi conciencia me permití navegar hasta las profundidades de mi cerebro y poner los papeles sobre la mesa ¿Qué quiero? Venía de una desilusión frustrante que me llevó a experimentar lo que no quiero, entonces comencé por buscar lo contrario, lo que sí quiero. Ahí, en medio de una alucinación comencé a ver a manera de destellos aquellas cosas que siempre había querido y que por alguna razón siempre me saboteé para pensar que no eran posibles.

Todo parecía a mi alcance y en ese momento, en una nube de colores psicodélicos, pude percatarme que hay veces en que lo más difícil es saber qué es lo que se quiere por encima del cómo se consigue. Necesitaba una prueba de que aquello que se desea es alcanzable y en un momento fuertes dolores de estómago, diferentes al que ya tenía, que me invadieron, sin embargo por dentro dije “a la cuenta de tres van a desaparecer”… y entonces se esfumaron.

Durante 8 o 10 horas estuve en el viaje, yendo desde los días felices de mi vida hasta a rincones del tiempo y el espacio donde se me aparecieron seres que nunca creí conocer, como los sabios del antiguo mundo helénico o las propias cosas que quise siempre y creí imposibles. Había pasado por geometría colorida que me puse a pensar sobre todas aquellas cosas que en mi mente se encuentran y que sin embargo los prejuicios, propios o cortesía de la sociedad, parece quieren borrar de mí.

Al final, después de ver el lado fantástico de la vida, pude percatarme que mi estómago había sanado de aquel dolor angustiante y la abuela Ayahuasca me lo había curado a partir de permitirme tener un diálogo profundo con la persona más importante de mi vida: yo mismo. La medicina, como se refiere a ella el chamán, me alivió.