Hay días que transforman nuestra vida o bien tienen acontecimientos que nos llevan a modificarla definitivamente. El primero y más importante de ellos es el de nuestro nacimiento, sin él todos los demás no existirían. El otro de similar importancia aún no ocurre y es el de nuestra muerte, pero de ese no existe certeza alguna de cuándo acontecerá, puede ser hoy, mañana o en 75 años.
Bajamos a la cocina con su padre y empezamos a platicar de diversas cosas, entre ellas de los amigos y la muerte. Ambos hacían referencia a que la amistad entre él y yo era similar a la de su papá y uno de sus tíos. Las últimas dos veces que a él lo había visto también tocamos el tema de la gente que muere. La primera fue cuando pasábamos en el auto enfrente de una funeraria y la otra sucedió respecto de la recién acontecida muerte del tecladista del grupo Dld. En ambos casos él hizo la misma aseveración: “¿Qué mal pedo no?, que muera la gente joven”.
Estuve con él un rato intentando decirle que saliéramos un rato pero no tenía la voluntad y a mi no me salían las palabras. Al final, regresamos a su habitación y me pidió que fuera a la tienda a comprarle una botella. Me dió dinero y le traje una de Smirnoff, la abrió y empezó a beberla como si de un biberón se tratase. Después se durmió y yo me fui al centro a encontrarme con mis compañeros de la Septién. Fue la última vez que lo vi.
Las siguientes semanas pensé en llamarle o escribirle pero siempre postergué el asunto, además que a pesar de ser mi mejor amigo durante veinte años no quería molestarlo con mi imprudencia que se terminó volviendo egoísmo, ceguera o irresponsabilidad porque yo daba por sentado que el estaría bien cuando no era verdad.
De la primera mitad del miércoles 1 de mayo solo recuerdo haber visto el partido Barcelona v Bayern de las semis de la Copa de Europa. Después no tengo ningún recuerdo hasta las 8 de la noche, cuando estando en mi cama, recibí una llamada telefónica de un remitente habitual pero poco usual para el día y la hora. Contesto y en unos segundos me entero que él ha muerto. Suceden tantas cosas que tengo muy presentes y nítidas pero son simples situaciones ornamentales.
Una vez en la funeraria veo su nombre en la pizarra de velorios y mi cabeza empieza a dar vueltas pero no lo asimilo aún ¿Por qué alguien joven? ¿Por qué él? ¿Por qué ahora? ¿Por qué así? Todo lo que aconteció aquellas horas y días siguientes lo sigo guardando en mi mente y corazón porque ese día para mí el mundo maravilloso que se estaba formando se esfumó, entre ellos los planes que juntos teníamos.
Ese día no solo cambió el hecho que un joven perdió la vida, una familia a un hijo y hermano y otros a un amigo. El día que se fue aprendí que eres lo que las demás personas piensan de ti, eres la gente que te quiere, eres lo que le muestras al mundo. No considero haya sido casualidad que se marchase el día en que la iglesia Católica celebra a San José como trabajador y que encima ese haya sido su nombre.
El día que se fue aprendí que los jóvenes no son inmortales y que la muerte puede llegar de las formas menos pensadas. Ese día conocí al mundo como el lugar donde lo justo e injusto es muchas veces incomprensible y que la lógica o la razón no son aplicables a cualquier aspecto de nuestras vidas. Ese día aprendía que cuando amas a alguien siempre vas a estar expuesto al dolor de que le pase algo pero que vale la pena intentarlo.
El día que se fue aprendí que en las malas la gente se une ¿por qué no hacerlo también cuando todo aparenta estar en calma? Ese día supe que la vida es ejecutada en relación con nuestro aporte a las de los demás y que, aunque suene a cliché, las palabras no sobran. Si quieres a alguien, díselo; si algo te incomoda, hazlo saber; si deseas algo, manifiéstalo dado que la comunicación solo es posible cuando el interlocutor está en condiciones de responder.
El día que se fue aprendí que hay diversas formas de ser una persona maravillosa, y que más allá de las categorizaciones imperantes se puede aspirar serlo sin ajustarse a ellas. El día que se fue aprendí a dar gracias porque alguien más allá de tu carne y sangre te puede amar sinceramente sin esperar nada a cambio y él fue una de las dos personas más allá de los vínculos genéticos que me lo han demostrado.


