Me encuentro leyendo The Shock Doctrine, de la periodista canadiense Naomi Klein. La tesis principal de esta obra es el cómo diversos gobiernos se benefician de catástrofes humanas o naturales para implementar medidas políticas y económicas de corte neoliberal que en circunstancias «normales» no podrían ser llevadas a cabo y ante la desgracia son mostradas como una eficiente solución a un problema.
Para ello, Klein recurre a un interesante paralelismo entre las terapias de shock del ámbito de la Psiquiatría y su traslado a la Política gubernamental y económica. Respecto al primero, la periodista hace una descripción de lo que denomina «el laboratorio de la tortura», con base en una serie de entrevistas a «supervivientes» de las terapias de shock practicadas en la Universidad McGill de su natal Canadá y financiadas por la CIA hace más de medio siglo.
La cabeza de este programa conocido en secreto como MKUltra era el doctor Ewen Cameron y a grandes rasgos su objetivo era conseguir un lavado de cerebro mediante la unión de dos vías: el borrado de memoria a través de electrochoques y la privación sensorial. De acuerdo con Cameron, una persona podría rehacer su vida desde cero si volvía a ser la hoja en blanco que es todo ser humano al momento de su nacimiento. Todo inconveniente psicológico de nuestro presente está ligado a un suceso del pasado y por ello debe ser eliminado de nuestros recuerdos.
Al leer la investigación de Klein no pude evitar remitirme a la cinta Eternal Sunshine of the Spotless Mind dirigda por Michel Gondry y estrenada en 2004. Nunca había visto yo la película, sin embargo había leído una reseña sobre la misma hace años y mi actual inmersión en la lectura de A Shock Doctrine me invitó verla. Por fortuna la encontré disponible en línea en la plataforma de Amazon Prime Video. 
La cinta tiene un hilo argumental sencillo pero no por ello simple. Joel (Jim Carrey) decide someterse a un procedimiento de borrado de memoria cuando descubre que su exnovia Clementine (Kate Winslet) ha optado por el mismo tratamiento para olvidarse de él y su cada vez más disfuncional relación.
En una lectura muy burda pudiera asumirse que se trata de una fábula acerca del destino y que cuando dos personas deben encontrarse en el trayecto de la vida esto terminará ocurriendo, a pesar de nuestra resistencia a ello. Sin embargo, es una metáfora muy precisa del papel que juega nuestra memoria en la identificación del yo con el mundo, partiendo de la base que como seres humanos nuestra relación con el mundo es la suma de nuestras relaciones con otros seres humanos y nuestro entorno en general.
En primer término nos encontramos a una mujer, Clementine, quien se ha vuelto desdichada en su relación y piensa que el causante de ello es su novio. Cuando este se entera del suceso se decide a pagar con la misma moneda. En ambos casos recurren a la clínica Lacuna, que sería el sueño hecho realidad de Ewen Cameron, quien en el universo de la película tendría un equivalente o colega en el papel del doctor Howard Mierzwiak (Tom Wilkinson).
La fallida apuesta de Cameron en la vida real si pudo ser llevada a cabo con éxito en el séptimo arte. Un proceso de borrado de memoria satisfactorio que permitiera a los pacientes rehacer su vida, sin embargo el desenlace de la cinta nos muestra que a pesar de todo, los seres humanos somos mucho más que un disco duro capaz de almacenar experiencias empíricas y empezar de nuevo a base de electrochoques.
Cada persona que conocemos, cada acto que realizamos, cada error que cometemos y cada acierto que conseguimos forman parte de nosotros mismos. Erramos constantemente, pero esas equivocaciones son tan parte de nuestro ser como nuestros éxitos. El peor noviazgo que hallamos tenido es tan nuestro como el mejor, nuestros peores exámenes en la escuela son equivalentes a nuestros grandes resultados en materia de experiencia de vida. Además somos el conjunto de relaciones que sostenemos con los demás.
El siglo pasado la psiquiatría de Cameron apostaba por la demolición del recuerdo a partir de la violencia hacia el cuerpo, no obstante ya habían sido desarrolladas otras técnicas para intentar frenar los males de la mente, siendo el psicoanálisis (sanación a través de la palabra) con Freud a la cabeza, la más notable de ellas. Klein en su libro da cuenta del trato inhumano que Ewen Cameron ejercía sobre sus pacientes destruyéndolos por dentro y empeorando sus vidas.
 En la realidad el borrado de mente resultó ser un fracaso. Eliminar el recuerdo de lo desagradable implicaría no aprender, y renunciar a este hecho es dejar de lado una particularidad propia de la existencia humana. La película es un buen ejercicio reflexivo sobre el papel de los fracasos en nuestra vida, los vamos a llevar con nosotros hasta el último de nuestros días, es mejor aprender a vivir con ellos y no huir del pasado.