Conocí a Amy Winehouse por una entrevista publicada en la edición mexicana de Rolling Stone en el 2007. En aquel entonces compraba esa revista cada mes religiosamente, sin embargo a la música de la londinense nunca le presté demasiada atención. Algunos meses después estaba en el hoy desaparecido café Galicia Gourmet de Clavería y, mientras me preparaban un té, en la televisión del lugar se proyectaba lo que después supe era el videoclip de Rehab. Ese fue mi primer contacto auditivo con su música sin que ello significara que le brindara disposición a escucharla.
Pasaron cuatro años, estaba estudiando Periodismo en la Carlos Septién García y cursaba la asignatura de Noticiario en Radio. Semanas después de la muerte de Amy la profesora Verónica Veloz nos pidió de tarea hacer un guión y grabar una nota sobre aquel acontecimiento. Como instrucciones nos pidió que tuviera fragmentos de los temas You know I’m no good, Back to black y el mencionado Rehab.
A raíz de ese encargo escolar le presté atención a la obra de la cantante, en específico a su segundo álbum titulado Back to black. Empecé a gustar de ciertos temas, en especial de los que había utilizado para mi trabajo. A pesar de ello no era muy frecuente mi escucha de esa producción.
Llegó el año 2014 y mi vida estaba en el principio de una espiral descendiente de autodestrucción y desdicha. En aquel momento trabajaba en algo que me dejaba insatisfecho profesionalmente y más adelante renuncié a ese empleo para volver a cumplir con el servicio social. Dejar de recibir ingresos de manera fija o periódica agravó mi hastío existencial y frustración que solo podía paliar accediendo al alcohol.
Mi estado depresivo por insatisfacción laboral y la posterior carencia de sueldo regular se sumaron a mi de por sí patológica disfunción social que en aquel momento yo veía como un lastre en la vida y a la tristeza que desde un año acarreaba por la muerte de mi mejor amigo. Lo único que de algún modo me ayudaba a pasar los días era el alcohol. En ese contexto encontré en el Back to black una compañía inesperada, re descubrí casi por accidente ese álbum pero se volvió un aliado en el proceso de autodestrucción.
Amy Winehouse, junto a Mark Ronson y Salaam Remi, concibieron este disco en una época convulsa de la vida de Winehouse y yo al estar atravesando por turbulencias me empecé a sentir identificado con cada instante del álbum. Desde el primer tema, Rehab, ya se hacían presentes concordancias con mi momento existencial. Algunos me decían que tenía que hacer algo con mi manera de beber, yo me pasaba por el arco del triunfo esas afirmaciones y sugerencias. No iba a intentar rehabilitarme ya que el camino al abismo se corregiría para bien en el momento en el que encontrara un lugar digno en el mercado laboral, o bien volviera yo al mercado social.
El disco continúa con You Know I’m no good, que se volvió como un eslogan propio que justificaba la manera de destruirme, esta deliciosa pieza terminó volviéndome aficionado al ginebra Tanqueray y a la cerveza Stella Artois. Me and Mr. Jones le baja un poco las revoluciones a su predecesora y rememora en el título al clásico Me and Mrs. Jones inmortalizada por Billy Paul e interpretada por otros tantos, entre ellos Michael Bublé.
Just friends es una encantadora invitación al baile envuelta en un sutil acercamiento al reggae que no deja de tener una temática de frustración amorosa. Back to black por su parte es como el título lo señala un tema oscuro guiado por el piano donde la guitarra como arreglo le proporciona ese aire de penumbra. Love is a losing game en contraparte es una canción donde la guitarra es el principal instrumento y que a manera de lamento meloso reprocha su situación relacionada con el amor.
Tears dry on their own se posiciona como la parte optimista del álbum que más adelante se retomará con Monkey man y Hey little rich girl (esto en la edición de dos discos la cuál fue con la que yo conocí el Back to black). Cabe señalar que en dos casos se recurrió a composiciones de terceros para este fin, en primera instancia al sampleo de Ain’t no mountain high enough de Marvin Gaye y Tammi Terrell para crear una pista sobre la cual Winehouse pudiera cantar. En segundo lugar a un cover de la banda jamaiquina Toots and the Maytals que termina siendo el punto más luminoso del álbum desde una categorización anímica.
Wake up Alone se contextualiza en la cuarta etapa del duelo de una persona: depresión. La voz de Winehouse lamenta el despertar sola cada mañana después de pasar la noche soñando con aquel individuo del que acaba de separarse. Las tareas del día a día le permiten concentrarse en otra cosa que no sea su pérdida, pero al caer la noche, su subconsciente solo puede enfocarse en aquel que se ha ido.
Este tema continúa la presencia retórica de la bebida que anteriormente se manifiestó en You know I’m no good y Just friends. La aparición posterior de Some unholy war trae a escena una declaración de lealtad con un otro que está enfrentando una situación poco agradable.
He can only hold her y Addicted cierran la versión original de Back to Black y si bien no son la cima anímica del trabajo tampoco representan el pozo más profundo de melancolía del mismo. La segunda parte, publicada en un segundo disco como en una edición especial, se escucha más optimista desde el panorama instrumental con temas como Valerie, Cupid y las antes citadas Monkey man y Hey little rich girl.
Imaginando que el álbum tiene una protagonista única que ejerce como narradora me es posible concluir que estaba tan podrida como yo, que en su momento requerí de alguien a mi lado que también lo estuviera pero no lo encontré en forma de persona, sino que llegó mediante un grupo de canciones de una cantante que llevaba años muerta, y al final no me queda más que agradecer esa compañía.
Los años de destrucción avanzaron y era tanta mi compenetración y empatía por lo narrado en ese disco que cuando llegaba a conocer a alguien que mencionara que le gustaba Amy Winehouse yo le comentaba que era capaz de escribir una tesis de doctorado acerca de este álbum.
Ahora no bebo alcohol desde hace casi dos años y citando a Viktor Frankl, le encontré sentido a la vida, no obstante no dejo de estar agradecido con esta obra y su autora por sumergirse en la miseria conmigo. Al día de hoy cada que lo escucho me dan ganas de volver a ahogarme para sentir cada acorde y cada nota de manera tan intensa como en mis años de perdición, pero es una batalla contra mí mismo que no pienso pelear de nuevo. Quizás algún día lo vuelva a hacer como recordatorio de que aún en las partes bajas de la vida hay cosas que valen la pena.