Salir campeón en Inglaterra, España, Italia, Francia, Brasil y Países Bajos requiere un esfuerzo de 38 partidos. Por su parte en Alemania y Portugal son 34 juegos los que necesita un equipo para alzar el título del mejor del año; la consigna no obstante es la misma en ambos bloques: ganar la mayor cantidad de partidos posibles en comparación con los rivales; sumar más puntos que el resto.

En México se requiere jugar 23 partidos para alzar el titulo sin necesariamente haber vencido en la mayor parte de ellos, sino simplemente ganar los que sirvan para calificar a esa postemporada horriblemente nombrada liguilla y a partir de ahí ver qué resultado (empate o victoria) es el necesario para seguir en la competición.

En las ligas más importantes del planeta, que curiosamente pertenecen a los países con algunas de las selecciones nacionales más fuertes, se reconoce un campeón por año; en cambio aquí la gloria llega con entregas semestrales. Un equipo puede hacer menos del 50% de los puntos en liga y aún así aspirar a levantar el trofeo. Asimismo puede no ganar un solo juego de fase final en 90 minutos y terminar con la copa en sus manos.

Hazañas como la del Leicester City en 2016, Montpellier en 2012, Werder Bremen en 2004 o Verona en 1985 adquieren mayor valía cuando se pone sobre la mesa el contexto de esos logros. Equipos a priori simples invitados al festín de otros que al final de la celebración resultan los protagonistas porque se muestran mejores en el esfuerzo de un año, de cabo a rabo.

El valor del esfuerzo tiene su recompensa y es menos probable que se vea mancillado por un accidente de esos que tiene el futbol y suelen tener consecuencias más notorias en las rondas de eliminación directa.

El futbol mexicano, tan dado como todo el país a imitar lo que se admire de Estados Unidos (aunque ello implique que la imitación resulte de dudosa calidad), adoptó el sistema de postemporadas que los deportes estadounidenses tienen en sus ligas profesionales, en tanto en Europa el balompié tiene un solo camino que es el de la dedicación desde el primer minuto del primer juego de la temporada.

Cada segundo jugado en temporada regular en la Liga Premier inglesa o la Bundesliga tiene mayor valía que el jugado en la Liga MX, ¿Por qué? Pues por la simple razón que en aquellos torneos cada partido forma parte de un todo, y la pérdida de puntos es irreparable ya sea para campeonar, clasificar a torneos continentales o evitar el descenso.

En tanto, el torneo mexicano se divide en dos competiciones; la primera consiste en hacer los puntos suficientes para colocarse en los ocho peldaños más altos de la tabla general y hay margen para perder unidades ya que igual califican a liguilla el primero y el octavo sitio.

¿Existe alguna forma de combinar la formalidad y valía de los torneos de liga convencionales con la emoción y nervios de las fases de eliminación de postemporada? ¿Se puede hacer más competitivo y riguroso el futbol mexicano sin desprenderse de la plusvalía que se le generan al negocio las liguillas?

La respuesta es sí, aquí hay algunas consideraciones que transformarían a la Liga MX en torneo de mayor reconocimiento al esfuerzo perpetuo de un año de competencia.

1.- Torneos largos

Al cambiar de dos ligas semestrales a una anual el valor de un trofeo es mayor, ya que el esfuerzo por conseguirlo se duplicó en cuestión de partidos jugados. Los campeones más memorables en la historia del futbol nacional son de la época de torneos largos: el León de los 40 y 50, el Guadalajara del Campeonísimo en los 60, el Cruz Azul de los 70, el América de los 80 y el Necaxa bicampeón de la primera mitad de los 90.

2.- Liguilla sí, pero con justicia.

Si se va a jugar playoff que sea otorgándole real ventaja al equipo que al final de 34 partidos obtuvo mejor rendimiento. Desprendámonos de las eliminatorias a ida y vuelta y que se disputen a solo un partido; en casa del equipo mejor colocado en la tabla y donde el empate le bastaría para clasificar a la siguiente ronda. Solo así el esfuerzo de una temporada entera se podría ver recompensado, además de que generaría mayores ganancias al disputar más partidos en condición de local en comparación con su rival.

Al final de la temporada el campeón habrá disputado 37 partidos de liga y no 23 como ahora se hace. Los equipos que no avancen a segunda fase tendrán 34 juegos de competencia y no 17. Sumando a ellos los juegos de Copa, Concachampions, etc.

3.-  Disponibilidad de jugar 3 torneos

En Europa los clubes pueden jugar hasta 3 y 4 competencias simultáneas. Liga, Copa, Competiciones continentales y Copa de Liga, esta última en casos como Inglaterra. En México los clubes que disputan Concacaf Liga de Campeones no juegan Copa MX por empalme en días de juego, cosa que tiene una sencilla solución acomodando los partidos de acuerdo con las necesidades de un torneo largo y no de dos cortos. Entre más partidos disputas, mejor futbolista te vuelves; entonces jueguen más partidos.

4.- Premio para el campeón de Copa MX

El Campeón de la Copa Sudamericana enfrenta al de Japón en la Copa Suruga Bank disputada en Asia. Se puede replicar algo así ¿Podría la Femexfut programar un torneo a un partido donde el Campeón de Copa MX enfrente al ganador de SuperLiga China o algún equipo extraído de algún torneo de la MLS? ¿Por qué no pensar que es posible?

Las copas nacionales europeas tienen su recompensa clasificando al ganador a Europa League, en Sudamérica por su parte algunos clubes califican a Libertadores. ¿No es momento de darle de nuevo valor a la Copa MX con alguna recompensa más allá del trofeo?

4.- Transmisión plural y real competencia

En la Liga MX no existe una real competencia a nivel de radiodifusión salvo por los partidos finales de Liga y Copa. Cada equipo tiene monopolizada la transmisión en TV de sus juegos donde una sola compañía, excepto casos como Pachuca o León, donde más de una cadena los difunde en vivo. Una verdadera apertura plural implicaría que cada equipo pudiera vender los derechos de televisión de cada partido a 1, 2 o 3 empresas y entre ellas esforzarse por brindar a la audiencia la mejor cobertura informativa, el mejor análisis, etc.

5.- La camiseta no se mancha.

Es raro encontrar algún uniforme en el futbol mexicano no atascado de anuncios publicitarios. Es bien sabido que los ingresos de los clubes salen de los patrocinios; no obstante el aficionado, el hincha, o como quiera llamársele no es seguidor de los anuncios, sino del club, del escudo y de la misma camiseta. Podrían formar un convenio y sacar a la venta camisetas de aficionado con la cantidad mínima de patrocinadores posible para que el sujeto común y corriente que se hace de la indumentaria de su equipo no parezca automóvil de NASCAR o Fórmula 1.

Es época navideña, es improbable que estas peticiones las traigan Santa Claus o los Reyes Magos, pero ilusionarse es gratis y soñar no cuesta nada.